Primaria Montessori, la Educación Cósmica

La visión Montessori del mundo tiene una dimensión cósmica porque es inclusiva.   Montessori ve el mundo en una gran escala, es decir, el nivel del universo con todas sus interrelaciones. Existe el mundo orgánico que está vinculado ecológicamente de manera innumerable con la biosfera que, a su vez, está vinculada con los seres humanos o la psico-esfera.

En su libro “Educación de las potencialidades humanas” Montessori desarrolla su visión sobre la Educación Cósmica. Por ejemplo en el capítulo titulado El niño de seis años y el Plan Cósmico, María Montessori afirma que la educación entre los seis y los doce años no es una continuación de la etapa anterior, aunque por supuesto, se basa en dicha etapa.   Se trabaja con una nueva personalidad puesto que en lo psicológico el niño cambia decididamente.  Es en esta edad en la que el interés principal del niño es “saber los por qués de todo”  por lo que se interesa en todo lo que tiene que ver con la cultura.

La conciencia, que ha tenido ya un considerable desarrollo, ahora sale en una dirección determinada, la inteligencia se vierte al exterior y el niño muestra una predisposición a indagar la razón de las cosas como nunca lo había hecho. En esta etapa se siembra la semilla de todo, pues la mente del niño es similar a un suelo fértil dispuesto a acoger lo que más adelante germinará. Pero si en este periodo especial la mente no recibe la atención suficiente o no logar satisfacer sus necesidades vitales, termina por atrofiarse.

El niño tiene que aprender de su propia actividad. Hay que darle lo que necesita y no hacerle ningún cuestionamiento con respecto a su elección. La enseñanza se debe limitar a satisfacer las demandas mentales, nunca dictarlas; de ahí la idea de que “en Montessori los niños hacen lo que quiere”, cuando en realidad es que están desarrollando sus necesidades básicas, escuchando lo que su intelecto necesita.

Los niños pequeños no se pueden mantener quietos porque necesitan coordinar sus movimientos. Del mismo modo, quizá los más grandes parezcan un poco problemáticos cuando indagan acerca de qué, cómo y por qué de todo lo que ven, pero lo hacen porque están construyendo su intelecto mediante la actividad mental, y es imperativo alimentar ese intelecto en amplios campos de la cultura. Enseñar se convierte en una tarea fácil, puesto que no es necesario elegir qué es lo que hay que darle al niño, basta con ponerle todo al alcance de las manos para que satisfaga su apetito mental.  Debido a que requiere absoluta libertad de elección, en un Ambiente Preparado encontrará todo lo necesario para satisfacer esa necesidad y luego, bastará con que repita las experiencias varias veces,  poniendo cada vez un interés más marcado y una mayor concentración para adquirir el conocimiento deseado.

El niño de seis años que ha estudiado en una escuela Montessori tiene la ventaja de adquirir más conocimientos que el que no ha vivido esta experiencia Sabe leer y escribir, se interesa por las matemáticas, la ciencia, la geografía y la historia,  por lo que resulta más fácil iniciarlo en otros conocimientos, por vastos que estos sean. El educador se encuentra frente a un individuo que ya ha adquirido la base de la cultura y está deseoso de edificar sobre estos cimientos, de aprender y penetrar hasta lo más profundo de cualquier tópico. ¡Qué llano se le presenta entonces el camino al educador! ¡Hasta parecería que no tuviera que hacer nada! Pero no, la labor del educador no es nada fácil, ni pequeña. Tiene que contar con una cantidad colosal de conocimientos para saciar el hambre mental del niño y, a diferencia de un maestro tradicional, no cuenta con ningún programa que le limite y le diga qué es lo que debe enseñar de cada materia, sin excederse jamás en una determinada cantidad de tiempo. Está claro que las necesidades del niño son más difíciles de satisfacer y cada vez se hace más inaceptable que el educador se refugie en la rutina de los programas y los horarios.