El universo ante la imaginación del niño. Primera parte: el niño de seis años

El siguiente texto es un extracto traducido del original en inglés “El universo ante la imaginación del niño”.

 

En su libro “Educación de las potencialidades humanas” Montessori desarrolla su visión sobre la Educación Cósmica. Por ejemplo en el capítulo titulado El niño de seis años y el Plan Cósmico, María Montessori afirma que  la educación entre los seis y los doce años no es una continuación de la etapa anterior, pero se basa en dicha etapa. Dice que “en lo psicológico, cambia decididamente la personalidad, y conforme lo ha determinado la naturaleza, durante este periodo el niño adquiere todo cuanto tiene que ver con la cultura.

La conciencia, que ha tenido ya un considerable desarrollo, ahora sale en una dirección determinada, la inteligencia se vierte al exterior y el niño muestra una predisposición a indagar la razón de las cosas como nunca lo había hecho.  En esta etapa se siembra la semilla de todo, pues la mente del niño es similar a un suelo fértil dispuesto a acoger lo que más adelante germinará; pero, si en este periodo especial la mente no recibe la atención suficiente o no logar satisfacer sus necesidades vitales, termina por atrofiarse.

El niño tiene que aprender de su propia actividad. Hay que darle lo que necesita y no hacerle ningún cuestionamiento con respecto a su elección. La enseñanza se debe limitar a satisfacer las demandas mentales, nunca dictarlas. Los niños pequeños no se pueden mantener quietos porque necesitan coordinar sus movimientos. Del mismo modo, quizá los más grandes parezcan un poco problemáticos cuando indagan acerca de qué, cómo y por qué de todo lo que ven, pero lo hacen porque están construyendo su intelecto mediante la actividad mental, y es imperativo alimentar ese intelecto en amplios campos de la cultura. Enseñar se convierte en una tarea fácil, puesto que no es necesario elegir qué es lo que hay que darle al niño, basta con ponerle todo al alcance de las manos para que satisfaga su apetito mental.

El niño requiere absoluta libertad de elección y luego bastará con que repita las experiencias varias veces y cada vez pondrá un interés más marcado y una mayor concentración para adquirir el conocimiento deseado. El niño de seis años que ha estudiado en una escuela Montessori tiene la ventaja de tener más conocimientos que el que no ha vivido esta experiencia. Sabe leer y escribir, se interesa por las matemáticas, la ciencia, la geografía y la historia, y entonces resulta más fácil iniciarlo en otros conocimientos, por vastos que estos sean.

El educador se encuentra frente a un individuo que ya ha adquirido la base de la cultura y está deseoso de edificar sobre estos cimientos, de aprender y penetrar hasta lo más profundo de cualquier tópico. ¡Qué llano se le presenta entonces el camino al educador! ¡Hasta parecería que no tuviera que hacer nada!

Pero no, la labor del educador no es nada fácil, ni pequeña. Tiene que contar con una cantidad colosal de conocimientos para saciar el hambre mental del niño y, a diferencia de un maestro tradicional, no cuenta con ningún programa que le limite y le diga qué es lo que debe enseñar de cada materia, sin excederse jamás en una determinada cantidad de tiempo. Está claro que las necesidades del niño son más difíciles de satisfacer y cada vez se hace más inaceptable que el educador se refugie en la rutina de los programas y los horarios.

Una visión de todo el Universo

María Montessori cree que ya que hay que brindarle tanto al niño, es importante darle una visión de todo el Universo. El Universo es una realidad imponente, una respuesta a todas las preguntas.

Debemos andar juntos este camino, pues todas las cosas son parte del Universo y están conectadas entre sí para formar una completa unidad. Es necesario centralizar los intereses del niño, pero los métodos comunes no logran cumplir ese objetivo.

¿Cómo es posible mantener interesada la mente de un individuo en crecimiento, si todo lo que le enseñamos gira en torno de un mismo y limitado tema particular y sólo se podrán transmitir los detalles ínfimos que es capaz de memorizar?

¿Cómo vamos a forzar al niño a que se interese por algo, si el único interés auténtico es el que surge de su interior?

Lo que se impone desde fuera no es otra cosa que obligación y esfuerzo fatigoso, ¡nunca el verdadero interés! Esto debe quedar bien claro. Si la idea del Universo se presenta ante el niño en la forma adecuada, se logrará algo más que despertar su interés, pues ella le causará admiración y asombro, sentimientos más elevados y gratificantes que cualquier otro tipo de interés. La mente del niño ya no se perderá sin rumbo, se fijará en un determinado foco.

Así, los conocimientos que adquiere se vuelven organizados y sistemáticos. La inteligencia se manifiesta como una totalidad gracias a la visión completa que se le ha presentado, y el niño se interesa por todo, pues cada cosa está interconectada con las demás y ocupa un sitio en el universo en el cual se centra su mente.

¿Qué soy yo? Las estrellas, la Tierra, las piedras, todo tipo de vida conforma una totalidad en su relación con lo demás, una relación tan estrecha que sería imposible comprender la naturaleza de una piedra ¡sin antes comprender el inmenso Sol!

No importa qué es lo que tocamos, si es un átomo o una célula, es imposible explicarlo sin conocer el ancho universo. ¿Existe alguna respuesta mejor que les podamos dar a esos buscadores de conocimientos? Incluso cabría preguntarse si será suficiente con el universo:   ¿Cómo nació? ¿Cómo llegará a su fin? Estas dudas son parte de una curiosidad aún mayor que, una vez surgida, jamás en la vida entera podrá ser saciada.

Es posible hacer que las leyes que gobiernan el universo se presenten ante el niño como algo interesante y maravilloso, aún más que los objetos mismos. Entonces el niño empieza a hacer preguntas: ¿Qué soy yo? ¿Cuál es la tarea del hombre en este maravilloso universo? ¿Estamos aquí sólo con la función de vivir para nosotros mismos o tenemos otra función? ¿Por qué peleamos y luchamos? ¿Qué es el bien y el mal? ¿En qué terminará todo?

Este plan de Educación Cósmica,  en palabras de la Dra.: “piedra fundamental del Método Avanzado, se expuso por primera vez en Inglaterra, en 1935, y demostró ser el único camino posible para proseguir con paso firme las investigaciones en materia educativa. Se hace imposible utilizarlo con niños analfabetos o completamente ignorantes, pero los que han recibido la preparación indirecta a través del Método Montessori lo aceptan con entusiasmo. Un Dios sin manos Los descubrimientos de los hombres inteligentes, fueron lo único que nos permitió reconstruir en la imaginación la historia del planeta y sus seres vivientes. Y tales descubrimientos no fueron obra de una inteligencia aislada sino que contaron con el apoyo de la ciencia sistemática. El hombre culto actual es superior al hombre natural porque está dotado de instrumentos de gran potencia”.

Cuenta con el microscopio y el telescopio para extender su visión, y con los conocimientos acumulados de los matemáticos, químicos y físicos que, gracias a esos poderes mágicos de la mente humana, investigaron los secretos de la naturaleza. Así aparee la grandeza del hombre, un agente creativo y transformador que se sitúa por encima de los animales o las plantas, un explorador del mundo entero y del universo que lo rodea, capaz incluso de regresar en el tiempo y explorar lo que ha dejado de existir hace años. Todos los temas que estudiamos y nos interesan se pueden relacionar con millones de hombres que han trabajado arduamente, a veces pasando hambre, con tal de superar los obstáculos que se presentaron a su comprensión, para que el acceso al conocimiento no nos costara tanto como a ellos. Todo es fruto del alma humana, y la recolección de estos frutos, tesoro millonario que nos ha legado el hombre, se encarna en la educación.

Tenemos que admirar a todos los pioneros, conocidos o no, poseedores de la llama que ha alumbrado el sendero de la humanidad, e inspirar en los niños esa misma admiración. A la mayoría de la gente le cuesta interesarse por las novedades; incluso los intelectuales progresan muy lento en la esfera del pensamiento, pues son hostiles a las ideas de nuevas que representan una amenaza para la seguridad mutua. La gente es perezosa física y mentalmente, sólo quiere disfrutar la vida. Eso genera más admiración aún hacia quienes son diferentes, quienes sienten una fuerza interior que los impulsa a actuar en contra de su propio bienestar y felicidad, aún a riesgo de su vida.

No admiramos a estos aventureros del pasado y el presente para reconfortarlos con nuestra gratitud, pues no les va a llegar. Queremos que el niño comprenda el papel que ha cumplido la humanidad y todo lo que aún le queda por hacer, y que de ese modo conseguirá la elevación del alma y la conciencia moral. La historia debe de ser algo vivo y dinámico, capaz de incentivar el entusiasmo y destruir el egoísmo intelectual la pereza individualista.

La historia de los logros del hombre es algo real; un testigo vivo de la grandeza humana, y los niños se estremecen con facilidad solo de pensar que millones de personas como ellos están haciendo todo tipo de esfuerzos físicos y mentales para resolver los problemas de la vida, y que todos contribuyen para hallar la solución, aunque tal vez sea uno el que la encuentre.

Al igual que con las eras geológicas, el medio tiene que estar preparado para recibir ideas nuevas que se avecinan. Cuando el pensamiento está preparado, basta con que se organicen muchas mentes en una atmósfera intelectual adecuada para que surjan los descubrimientos. Cientos de pensamientos se cristalizan en un solo hombre, que expresa algo de una utilidad sorprendente o descubre un conocimiento nuevo.

A excepción de la poesía, los pioneros siempre dependen de quienes les antecedieron; el presente se apoya en el pasado del mismo modo en que una casa se apoya sobre sus cimientos. El hombre ha llegado mucho más lejos que la naturaleza en la tarea de la creación, y no hubiera podido hacerlo de no haber aceptado ni sentido la existencia de un dios sin manos ni pies, que sin embargo es capaz de moverse a lo largo y ancho del universo que él creó y sigue creando con la ayuda del hombre y otros agentes.

Para satisfacer sus deseos, el hombre ya no está limitado a utilizar sólo las manos, ahora cuenta con las maquinas. Tiene el respaldo de una nueva potencialidad, lo que está más allá de la naturaleza. Su vida hoy es mucho más elevada y amplia que nunca, y los niños deben de estar preparados para esta vida. Por ello, el principio fundamental de la educación es la integración de todos estos temas, centralizados en el Plan Cósmico.

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