Al nacer, existe en el niño la potencialidad de crear su mente. Es a través de la interacción con su medio ambiente, que llegará a comprenderse y a descubrir su lugar en el universo. En “La mente absorbente del niño”, María Montessori se adentra en el periodo embrionario del niño recién nacido, periodo en el que se organiza la mente. Parte de algunas proposiciones basadas en la biología; del desarrollo embrional del niño; de la ley natural que lo predispone a un comportamiento libre; y del gran misterio de la gestación espiritual de la persona humana. Es lo que denomina “los años vitales“. Un tiempo que tiene una importancia decisiva en el desarrollo humano.
Y en este sentido, sabemos que los dos primeros años de vida abren un nuevo horizonte, revelan leyes de construcción psíquica que habían sido ignoradas hasta que en 1947, María Montessori las formuló en la India. Se pueden resumir diciendo que “el niño mismo nos ha ofrecido el don de esta revelación; nos ha hecho conocer un tipo de psicología,- la suya -, completamente distinta a la del adulto”.
El niño tiene una mente capaz de absorber conocimientos, María Montessori la llama “la mente absorbente”, lo que le otorga el poder de instruirse a sí mismo. Por eso son tan importantes los primeros años de la vida, y es precisamente la pedagogía Montessori que en estas primeras edades se dirige, sobre todo, a potenciar las extraordinarias capacidades de crecimiento del niño.
Por ejemplo, en relación con el lenguaje, María Montessori dice que en lo más íntimo de cada niño existe, por así decirlo, un maestro vigilante. Un maestro interior que es capaz de obtener los máximos resultados de todos y cada uno de los niños, sea cual sea su familia, o el país en que se hallen. El único lenguaje que el hombre adquiere con perfección y sin titubeos es el que aprende en el primer periodo de la infancia. Cuando nadie puede impartir ninguna enseñanza al niño. Y sucederá que cuando se haga grande, si debe aprender una nueva lengua, ninguna ayuda podrá hacer que llegue hablar esta segunda lengua con la misma perfección con que habla la lengua que aprendió en la primera infancia.
Si se reflexiona sobre este hecho, vemos que cada vez resulta más evidente que la obra de construcción realizada en este periodo por el niño es impresionante, y que todo lo que poseemos en la edad adulta ha sido construido por el niño que fuimos durante nuestros dos primeros años. A los tres años el niño ya ha establecido los cimientos de la personalidad humana y entonces necesita la ayuda particular de la educación escolar. Las conquistas realizadas por él son tales que se puede afirmare que el niño que entra en la escuela a los tres años ya es un hombre en virtud de las conquistas realizadas con anterioridad. María Montessori dice que si comparamos nuestra habilidad de adultos con la del niño, precisaríamos sesenta años de duro trabajo para conseguir lo que el niño ha logrado en los primeros años. Podemos decir que el niño a los tres años ya es un hombre, aunque sabemos que esta singular facultad del niño para absorber el ambiente aún no se ha agotado completamente en este periodo inicial. La educación no es lo que el maestro imparte, sino un proceso natural que se desarrolla espontáneamente en el individuo humano; la educación no se adquiere escuchando palabras, sino a través de experiencias efectuadas en el ambiente. Entonces cabe preguntarse: ¿cuál es la función del maestro en estas edades?
María Montessori afirma que la función del maestro no es hablar, sino preparar y disponer una serie de motivos de actividad cultural en un ambiente especialmente preparado. Las experiencias que la Dra. tuvo en países diversos por más de cuarenta años le dieron la posibilidad de observar y experimentar que a medida que los niños crecían los padres le pedían que continuara la educación de los niños ya mayores. De ese modo descubrió que la actividad individual es la facultad que estimula y produce por sí sola el desarrollo. Y que esto vale tanto para los pequeños en edad preescolar como para los niños de primaria y de los niveles más avanzados. Por ello Montessori sostiene que cualquier reforma de la educación debe basarse en el desarrollo de la personalidad humana. El hombre mismo debería convertirse en el centro de la educación.
Y algo muy importante: el hombre no se desarrolla cuando llega a la universidad, sino que inicia su desarrollo mental a partir del nacimiento, y lo efectúa con la mayor intensidad en los primeros tres años de vida. Por eso es necesario prestar mucha más atención a este periodo decisivo. Así el niño se nos revelará como la más grande maravilla de la naturaleza. Entonces no nos enfrentaremos con el niño considerado como un ser sin fuerza, casi como un recipiente vacío que debemos llenar con nuestra sabiduría, sino que su dignidad se alzará ante nuestros ojos a medida que lo consideremos el constructor de nuestra inteligencia, el ser que trabaja infatigablemente con alegría y felicidad, siguiendo un programa preciso para construir esta maravilla de la naturaleza que es el Hombre.