“La enorme influencia que puede ejercer
la educación a través de los niños
tiene como su instrumento el ambiente,
pues el niño absorbe su ambiente,
toma todo del ambiente
y lo encarna en sí mismo”.
María Montessori,
La mente absorbente.
En muchas ocasiones los padres de familia se han acercado preguntando por qué no permitimos que los niños vengan con ropa de “fantasía” o restringimos los alimentos que traen para el lunch o la tiendita. En este artículo escrito por Aline D. Wolf se encuentran explicaciones sobre la influencia que la publicidad ejerce en los niños y algunas ideas para “limpiar” de publicidad nuestros entornos. Seguramente lo encontrarán muy interesante.
¿Cómo controlar la publicidad en el ambiente?
Cuando las guías Montessori piensan en preparar el ambiente, casi siempre se imaginan pintando muebles y comprando materiales que al estar muy bien expuestos invitarán a los niños a desempeñar varias actividades de aprendizaje. Las que son especialmente sensibles al ruido piensan en alfombrar ciertas áreas del salón. Otras, preocupadas por el cultivo de la espiritualidad, piensan en “rincones de paz” y donde exhibir objetos de la naturaleza. Todos estos detalles son esenciales a la importancia que le da Montessori al ambiente, pero no forman la totalidad. Cada persona en el aula, así como la ropa que lleva, los sonidos que se hacen, los objetos que se traen, forma parte del ambiente que se absorbe. Se requiere vigilancia constante para que el ambiente se mantenga de acuerdo con los ideales Montessori. Si estamos tratando de crear un espacio en que pueda florecer el espíritu del niño, debemos tratar de dejar a un lado la confusión del mundo exterior.
Hace poco visité una escuela en California en que a ningún niño se le permitía venir a la escuela con una chamarra, camisa, lonchera o cuaderno que llevara una escena fea o violenta, o publicidad de una compañía, o un personaje de televisión o película. ¡Qué cambio tan grato fue ver ropa sin comerciales! Varios alumnos habían hecho sus propios diseños para sus camisas, diseños que representaban lo que les importaba a ellos, no lo que quisiera anunciar alguna compañía.
¿Por qué permitir que nuestros niños hagan publicidad gratis para compañías a quienes no les importa la calidad de vida de un niño? Los salones de clase, aún las aulas Montessori, en donde los niños llevan capas de Batman o guantes de Power Rangers, han perdido su tranquilidad esencial. Estos productos no solo transmiten la idea de que todos debemos comprar la última moda, sino que también promueven la conducta asociada con ellos, que muchas veces es extraña o violenta. Los niños necesitan defensores que puedan decirle un enérgico “NO” al comercialismo exagerado.
Cómo analizar la publicidad.
Es prudente que los padres y maestros Montessori que toman en serio los valores espirituales hagan un análisis crítico no solo de la ropa sino también de toda lapublicidad de la cultura moderna. Mucha de este incesante vender está dirigido directamente a los niños, que son víctimas de su poder que parece no tener límite. Según el Informe del Consumidor, los negocios y asociaciones comerciales diariamente dirigen a los niños 30,000 mensajes comerciales por televisión, radio y carteles. Miles de anuncios más aparecen en autobuses, afiches, cuadernos escolares, audiovisuales y ropa.
La venta a los niños es un gran negocio. Actualmente en los estados unidos, los niños de edad primaria tienen mucho poder de consumo. En total gastan 11 billones de dólares anuales en una variedad de productos como alimentos, bebidas, ropa, juguetes y juegos. Además influyen en otros 160 billones de dólares de consumo controlado por sus padres. Una agencia de publicidad de Madison Avenue abiertamente se jacta de que puede promover el producto del cliente en los planes de estudio de los jardines infantiles y crear lealtad al producto repartiendo muestras a los alumnos de primaria. Según Joseph Chilton Pearce, “Los psicólogos han constatado que con los mensajes y la programación adecuada, a los seis años de edad pueden quedar establecidos en el niño los hábitos de compra para toda la vida”
La publicidad es la creación de profesionales –muchos de ellos psicólogos- che saben manipular los deseos de los niños. Los niños no tienen ninguna defensa, ninguna experiencia que les haya enseñado a resistir. Insisten en tener ropa marcada con un logotipo de moda y constantemente molestan pidiendo los juguetes que anuncia la televisión. “Cuando se identifican con los niños de la televisión que están jugando con el mismo juguete, sienten alguna autenticidad de grupo, un sentido de pertenecer que no se encuentra en otra parte. Por supuesto que la televisión es el mejor modo de vender los juguetes que luego representan las imágenes de la televisión que inundan el joven cerebro, reforzando el estímulo televisado aun cuando este estímulo se encuentre ausente”.
La publicidad no solo les enseña a los niños a querer productos inferiores o que contaminan el ambiente (como los juguetes hechos de plástico o que necesitan un constante cambio de baterías); también les enseñan que el consumismo es una forma de vida.
Hay que educar a los niños a analizar los anuncios. En la clase de primaria Montessori se dan conversaciones sobre cómo la propaganda induce a la toma de decisiones imprudentes. Sería bueno preguntar a los niños, por ejemplo, “¿Les parece buena idea comprar cierta marca de zapatos porque a algún atleta conocido le pagaron varios millones de dólares por usarlos? ¿Qué tiene que ver con que sean de buena calidad, durables, de buen precio y que nos queden bien?”
“¿Es bueno comprar una bebida porque en el anuncio se ve un atleta profesional haciendo un increíble salto? ¿Implica esa imagen que si tomas esa bebida tú podrás saltar así? ¿Qué pasa con el azúcar y la cafeína que contiene la bebida? ¿Te afecta la salud, o pueden crear un hábito? ¿Qué pasa con el envase –la lata de aluminio y el asa de plástico que tardarán 400 años en descomponerse?
Nuestra economía moderna se basa en la premisa que existe un mercado potencial para casi cualquier artículo que se pueda producir, sin considerar su valor verdadero, su efecto sobre el ambiente, la obsolescencia planeada o el hecho de que quizá nadie realmente lo necesite. La publicidad es el medio de presentarles este artículo a los compradores potenciales. Muchas veces crea la inconformidad al hacer que el consumidor se sienta inferior o socialmente inaceptable sin él. Paul Wachtel escribe en The power of affluence: “Pienso que la publicidad crea deseos que en otro caso no existirían, muchas veces en prejuicio nuestro. Pero no escribe en el blanco de su mensaje… el desarrollo, el progreso, la idea de “más” influye tanto en nuestra consciencia que cualquier cosa nos convence de que queremos o necesitamos cierto producto.”
Es difícil reconciliar este estado mental con una visión más espiritual que toma en consideración las necesidades de los desafortunados. La publicidad y el consumismo consiguiente no le dan cabida a la vida espiritual. Prefieren os productos manufacturados a los dones de la naturaleza. Frecuentemente hacen caso omiso de las cuestiones ambientales. Comúnmente promueven el egoísmo y la adquisividad en vez de despertar el deseo de compartir y fomentar la bondad. Valorizan el entretenimiento pasivo y no la actividad auto-dirigida o interior. Sutilmente dicen: “Tú puedes tener todo, aunque los demás no tengan nada”.
Por estas razones siento que debemos ayudar a los niños a analizar la publicidad y reconocer cómo influye en nuestras decisiones. Tenemos que liberar nuestros ambientes de su influencia ilimitada para poder nutrir el aspecto espiritual de oros niños bajo nuestra responsabilidad y no el aspecto materialista.