Vivimos días en los que, tal vez por momentos, nos sentimos con mil dudas sobre la educación de nuestros niños ante los acontecimientos que sobrepasan las fronteras. Es entonces que viene una reflexión al pensar en Montessori: ¿es realmente el método en el que queremos que nuestros niños vivan su educación? ¿Qué hay más allá del nombre, de la marca que se vende?
La revolución Montessori
Es importante partir del hecho que Montessori, en sus orígenes, era una revolución de la educación de la infancia más que un método de enseñanza. Actualmente, escuchar el nombre nos manda inmediatamente una imagen de colegios privados para niños privilegiados a nivel mundial, que tienen a su alcance un “material muy peculiar”. Definitivamente, en un mundo tan comercial como es el nuestro, hace que la marca sea, en muchos casos, eso: una marca que brinda estatus social. Probablemente sea porque nuestra sociedad no está lista para escuchar ese grito revolucionario en el que se debe “seguir al niño”, cambiando de forma fundamental los estilos de vida apresurados, siempre ocupados e incluso egoístas en los que nos envolvemos los adultos de nuestros tiempos.
Montessori tiene un profundo lado espiritual, que observa con atención y sigue de manera sutil el “secreto de la infancia”, ese milagro invisible que se percibe únicamente si hacemos a un lado el marketing que gira en torno a la marca. Montessori ve al “alma del niño” y la muestra como una “página en blanco” que se escribirá a partir de las vivencias que se le presenten. Montessori estaba muy consciente de que la sociedad corrompe a los niños. Si la Dra. Montessori viviese en la actualidad que nos toca experimentar, seguramente escribiría lo mismo. Ese es uno de los puntos más fascinantes de esta pedagogía: su actualidad en cada década que han precedido a su trabajo después de más de cien años.
María Montessori era una activista en todo el sentido de la palabra. Sus ideas revolucionarias en busca de justicia quedaron plasmadas no sólo en lo que se refiere a los cuidados del niño desde el momento de su nacimiento, la forma en la que se desarrolla el cerebro, la capacidad de concentración y análisis; sino también en la exigencia del respeto de sus derechos como ciudadano.
Un contrasentido
Montessori es una pedagogía que desde sus orígenes se abre paralelamente en mundos totalmente opuestos: habiendo iniciado en uno de los barrios más pobres de Roma, paradójicamente, la primera escuela Montessori estadounidense fue creada para los hijos de los banqueros y financieros más ricos, mientras que los socialistas de Vienne crearon escuelas Montessori para niños que se morían de hambre después de la Guerra Mundial. ¡Los contrastes de este mundo nuestro! Afortunadamente existen asociaciones que se dedican a difundir escuelas Montessori de calidad en poblaciones con bajos recursos.
Pero, ¿en qué momento Montessori se volvió una “marca”? La realidad es que, hasta ahora el método está considerado como patrimonio de la humanidad desde que en 1960 los jueces estadounidenses así lo decretaron cuando Mario Montessori intentó frenar la proliferación incontrolada del nombre de su madre, que siempre fue muy celosa de que la metodología y el uso de los materiales fuera seguido al pie de la letra.
Desde entonces, son miles las escuelas que llevan su nombre, más no todas siguen de manera correcta su metodología.
La importancia de la elección
Es por eso que, al elegir una escuela Montessori, es importante verificar que tanto los materiales como los educadores que guían al niño en su uso, sigan los fundamentos de la Dra. Montessori que, si bien es cierto se ajustan y adecuan a los diferentes ambientes sociales, deben estar sustentados por el conocimiento de la filosofía escrita en cada uno de sus libros y conferencias. La Association Montessori Internationale (AMI) fue fundada en 1929 por la Dra. María Montessori, con el ánimo de preservar la integridad del trabajo de su vida y extender sus beneficios a través del tiempo y las fronteras. Es importante saber que los Guías que estén a cargo de nuestros niños se dediquen a estudiar no sólo las técnicas del uso de los materiales de desarrollo sino que tengan la capacidad de comprender lo que significa educar en la paz, observando al niño y siguiéndolo desde el respeto absoluto de un adulto que sabe permanecer en silencio, a la espera de ser solicitado por aquel que se construye por sí mismo.