Camillo Grazzini fue un Montessoriano, que estaba fascinado por la Educación Cósmica y a través de su intenso estudio e investigación, se convirtió en uno de los principales difusores Montessori para este aspecto del enfoque Montessoriano. Su conferencia “La visión cósmica, el plan cósmico y la educación cósmica de María Montessori” fue su última colaboración publicada sobre esta característica única del pensamiento Montessori. Fue presentada en el XXIV Congreso Montessori Internacional, “La educación como ayuda a la vida, Paris 2001”.
Compartimos con ustedes un estracto de ese documento, pensando en que lo encontrarán interesante ahora que se acercan las Pláticas con Materiales de Desarrollo Montessori que impartirán los Guías de nuestro Colegio.
LA VISIÓN CÓSMICA DE MARÍA MONTESSORI, EL PLAN CÓSMICO Y LA EDUCACIÓN CÓSMICA.
La visión Montessori del mundo tiene una dimensión cósmica porque es inclusiva. Montessori mira el mundo, ve el mundo en una gran escala, es decir, el nivel del universo con todas sus interrelaciones. Existe el mundo orgánico que está vinculado ecológicamente de manera innumerable con la biosfera que, a su vez, está vinculada con los seres humanos o la psico-esfera.
La visión de Montessori es también cósmica porque mira a toda la humanidad a lo largo del tiempo, ve a los seres humanos como guiados por la finalidad desde el momento de su aparición, parece que la humanidad: adultos y niños, distingue al individuo tanto en su unidad como en su conjunto. Sus diferencias de desarrollo durante las diversificaciones o estaciones de la vida.
Es esta visión de una unidad indivisible compuesta de energía, de cielo, de rocas, de agua, de vida, de seres humanos como adultos y de seres humanos como niños, que da un sentido de lo cósmico al pensamiento de Montessori.
Este sentido cósmico impregna todo el trabajo de Montessori, tanto su pensamiento como su enfoque educativo para todos los diferentes planos o etapas de desarrollo del ser humano, desde el nacimiento sin violencia, la Comunidad Infantil, la Casa de los Niños, la Escuela Primaria, y la comunidad de “Los Jóvenes de la Tierra” para adolescentes.
Es evidente que esta visión cósmica pertenece por derecho a todo el movimiento Montessori: es de hecho la clave que nos da a todos una dirección compartida y una meta común en nuestro trabajo. En contraste con esto, tenemos la educación cósmica que es para el segundo plano de la educación solamente, destinada sólo a niños de seis a doce años de edad. De hecho, la educación cósmica responde a las características y necesidades específicas del desarrollo del ser humano durante el segundo plano de desarrollo: por ejemplo, usamos la imaginación para comprender la realidad, realidades más allá del alcance de los sentidos físicos, luchando por la independencia mental y moral, explorando la inmensidad de la cultura, formando un tipo particular de sociedad, y así sucesivamente.
EL GRAN PLAN CÓSMICO
En su libro “Lo que deberíamos saber del niño”, un libro publicado en Sri Lanka en 1948, Montessori habla del plan cósmico de la siguiente manera:
“Hay un plan al cual todo el universo está sujeto. Todas las cosas, animadas e inanimadas, están subordinadas al plan. También hay patrones para todas las especies de seres vivientes y no vivientes. Estos patrones caen en línea con el plan universal.
Todo en la naturaleza, según sus propias leyes de desarrollo, se aproxima al patrón de perfección aplicable a sí mismo. Hay un impulso en cada individuo de cada especie para encajar en el patrón apropiado. También hay una inevitabilidad con la cual todos los patrones encajan en el gran plan.
Desde la semilla hasta el árbol maduro, desde el huevo hasta la gallina adulta, desde el embrión hasta el hombre de madurez, es perceptible el esfuerzo por encarnar un golpeteo. Quiere una visión sublime para comprender y apreciar cómo todas las criaturas y todas las cosas evolucionan en infinitas variedades de patrones con un magnífico impulso para subordinarse al plan central del universo. Es cierto que urge proteger a la descendencia y conservar la especie está entre los impulsos más fuertes de toda la naturaleza.”
Este propósito superior se puede entender más claramente si pensamos en el mundo como una gran casa, un hogar cósmico, donde todos los trabajos que se llevan a cabo en el hogar se han dividido y repartido. Entendido de esta manera, expresado de este modo, el plan cósmico consiste realmente en una estructura integrada o bien una organización cósmica donde todo lo que existe tiene tareas que cumplir, su trabajo cósmico a realizar.
Examinando a los obreros cósmicos en la escala más grandiosa, vemos agentes inorgánicos como el Sol, la fuente principal de energía, la Tierra, pero también las rocas y el suelo, el agua y el aire, todos los cuales actúan y trabajan de acuerdo a Las leyes Cósmicas de su ser, es decir, según su naturaleza inherente. Por cierto, en el pensamiento de Empédocles, éstas constituirían las raíces o fuentes de todo y de todo. Luego, están los grandes agentes cósmicos orgánicos, plantas y animales que, con sus sensibilidades e insectos, también actúan y trabajan de acuerdo con su naturaleza inherente. Por último, está el ser humano, siempre en sus dos manifestaciones: el adulto y el niño, el niño y el adulto.
AGENTES CÓSMICOS
A nuestro alrededor hay agentes cósmicos, de los cuales también formamos parte, éstos constituyen la palabra viviente y no viviente.
Hay energía, la luz del sol y el calor. Allí está la litosfera: la tierra misma en la que estamos y donde construimos nuestras casas, el suelo con el que nos ensuciamos las manos, en el que se pueden sembrar las semillas de las plantas, ya las que, al morir, volvemos, la tierra Que es también el gran recipiente o recipiente para los mares y los océanos. Hay agua, la hidrosfera: el gran constituyente o elemento de la superficie de nuestro planeta y también de nuestros propios cuerpos: la fuente misma de la vida. No es la atmósfera, el aire, el aliento de la vida.
Entonces, también, está la esfera de la vida: las plantas, los animales y los seres humanos. Los agentes cósmicos en forma orgánica, los que conforman la biosfera. Entonces, con el hombre y con la humanidad solo, tenemos la psico-esfera, porque algo nuevo vino al mundo con el hombre, una energía psíquica de la existencia, diferente de cualquier otra que se hubiera expresado, una nueva energía cósmica.
Montessori dice que todos los agentes cósmicos están guiados por una inteligencia universal que utiliza un impulso, aunque inconsciente, hacia la evolución, el funcionamiento de sí mismo y la autorrealización plena. Esto es así, entonces la idea Montessori de la finalidad y los fenómenos sinópticos donde vemos un proceso que va desde lo simple, desde lo homogéneo hasta lo complejo y lo diferenciado y, por lo tanto, hasta lo más ordenado. Y todo esto me recuerda, de cierta manera, a un individuo aún excepcional; Me recuerda la poderosa visión de Teilhard de Chardin sobre el mundo.
LA TAREA CÓSMICA Y EL TRABAJO CÓSMICO
Cada agente, grande y pequeño, tiene su propio mandato o misión para llevar a cabo. Esto constituye su propia función particular en el plan cósmico, su tarea cósmica específica que tiene que llevarse a cabo ininterrumpidamente e incesantemente. Sin embargo, la posibilidad de hacerlo depende también del trabajo de otros agentes. En otras palabras, hay una organización cósmica del trabajo que no necesariamente desvía la especialización o la división del trabajo, una colaboración entre todos los trabajadores o agentes, por lo tanto existen innumerables relaciones de interdependencia.
Con la fábula cósmica de Montessori “El Dios sin manos”, vemos el universo de los grandes agentes inorgánicos, no vivos, cósmicos, así como las leyes de su ser. En el trabajo y las actividades que siguen a la fábula, vemos cómo estos agentes interactúan y funcionan juntos en todas sus posibles combinaciones y relaciones, desde el sol con su energía y el planeta Tierra en su conjunto, hasta el ciclo o juego representado por el agua con la ayuda del Sol, el aire y la tierra. La actividad sin fin y el trabajo incesante de estos agentes explican muchos de los fenómenos con los que estamos familiarizados: día y noche, verano e invierno, lluvia y viento, nieve y hielo. Pero su trabajo también explican las características aparentemente inmutables de nuestro planeta donde todo, en realidad, es un cambio sin fin: donde el viento, el agua y el hielo tallan y esculpen constantemente la tierra, donde la tierra está desgastada y construida sólo para ser usada en ciclos interminables, y donde las fronteras de la tierra y del agua están cambiando constantemente. Y en todo este trabajo incesante, estos agentes se comportan, según su naturaleza, según sus leyes cósmicas, las leyes que les fueron dadas. Para expresarlo en términos de la primera Fábula Cósmica de Montessori, es como si estos agentes respondieran al llamado de Dios, un Dios que no tiene manos, y cada uno de ellos, el sol, el aire, la tierra y el agua susurra: oigo mi señor, obedezco.
Con el segundo capítulo cósmico de Montessori, “La historia de la vida”, vemos la llegada de la vida, también siguiendo sus propias leyes. Vemos cómo la vida parece salvar y preservar el orden y la armonía del mundo puesto que, dejados a sí mismos, los agentes no vivientes no pueden mantener el orden cósmico y amenazar con provocar el caos.
Montessori considera la esfera de la vida, la biosfera, como una parte íntima del cuerpo de la Tierra y la función de la vida es crecer con la Tierra, trabajar no sólo para sí misma, sino también para el mantenimiento de la Tierra y la transformación. Así, la vida también es una de las fuerzas creativas del mundo, una energía con sus propios requisitos mínimos especiales.
El gran agente de la vida incluye, por supuesto, muchos seres, tanto plantas como animales, y Montessori se refiere a estos agentes vivientes como “engranes de Dios”, pues como tales se comportan.
Tomemos por ejemplo las diatomeas. Estas algas unicelulares o colonias microscópicas que extraen sílice del agua para construir sus conchas. La capa de cristales de sílice depositados en la pared celular forma diseños esculpidos que varían de una especie a otra. ¡Hay miles y miles de estas especies! Diminutos como son, estas cáscaras de sílice se encuentran en capas, cientos de pies de espesor, en tierras anteriormente cubiertas por las aguas, y vastos depósitos de diámetro de exudaciones que cubren grandes partes del lecho del océano.
Tomemos por ejemplo los corales, que extraen el carbonato de calcio del agua y, minúsculos como son, construyen nuevas tierras y protegen a los continentes de la fuerza del mar. ¿Cuánto carbonato de calcio fue extraído por este ejército de minúsculos trabajadores para construir la Gran Barrera de Coral de Australia, que se extiende aproximadamente por unos 2000 kilómetros?
¿Y qué pasa con las plantas verdes que constantemente purifican el aire que respiramos a través de su interminable trabajo de fotosíntesis? La vaca, dice Montessori, es uno de los animales terrestres más importantes, ya que su único deber en el plan cósmico es el mantenimiento de pastizales y praderas y esto lo hace, cortando la hierba, presionando el suelo y fertilizando a su paso ¡todo al mismo tiempo! ¿Y los buitres? Fieles a su función de limpiar la superficie de cosas peligrosas para otros seres, comen carroña y cadáveres en putrefacción. ¿Y qué hay de la lombriz de tierra? Se hunde en el suelo, como dijo Darwin: el arador de Dios, aireando el suelo y dejándolo más fértil.
Podríamos seguir y seguir. Pero se ha dicho bastante para entender lo que Montessori quiere decir cuando escribe: “todas las cosas en la naturaleza tienen un patrón al que se conforman y todas se adhieren a un plan en el cual se tejen para formar un universo en equilibrio. Funcionan para la preservación del todo, de acuerdo con un plan y para la preservación de la especie de acuerdo con un patrón, por lo que se trae el orden y la armonía en la naturaleza”.
LA TAREA CÓSMICA DE LOS SERES HUMANOS
Cuando se trata de los seres humanos, el principal agente espiritual y las tareas cósmicas de los seres humanos, Montessori distingue entre el adulto y elniño, ya que sus tareas son muy diferentes y, en consecuencia, también lo es su trabajo.
La tarea cósmica del niño es construir el ser humano mismo, construir al hombre que va a construir la paz, un hombre que se adapta al mundo en el que vive. El mayor deber de esta tarea recae en el hijo de los primeros años, y la mayor obra jamás lograda durante toda la vida es aquella que lleva al ser humano del estado indefenso del bebé recién nacido al niño que no sólo manifiesta las características de su especie, pero claramente pertenece a su propio grupo humano y es también su propio ser individual.
Una obra tan enorme de creación y construcción, que está más allá de los poderes de cualquier otra edad, sólo es posible con el poder de lo que Montessori llama la mente absorbente, con la guía de esos irresistibles atractivos de duración limitada, que Montessori llama los períodos sensibles y con el impulso de increíble energía creativa. Usando sus manos, ese maravilloso don humano, el niño explora su mundo, desarrolla sus poderes mentales, y construye su ser y finalmente al ser humano adulto. Somos cada uno, como Montessori dice, el hijo del niño, una variación, si se quiere, de la línea de versos de Wordworth: “El niño es el padre del Hombre”.
El adulto, por otra parte, cuya tarea cósmica consiste en contribuir al mantenimiento de la Tierra, de la creación, modifica y transforma el medio ambiente, construyendo un mundo que es siempre nuevo, una supra natura, un ambiente civilizado que va por encima y más allá de la naturaleza primordial. En otras palabras, los adultos construyen una civilización que está en constante evolución y que implica una continua modificación y enriquecimiento de su territorio espiritual.
Así, en algunas conferencias aún no publicadas que Montessori dio en 1950, se lee esto:
“La llegada del hombre ha creado una psicósfera en la Tierra. ¿Cuál es su tarea? Pues debemos entender que la humanidad también tenía una tarea con respecto a la Tierra en la que vive. La llegada del hombre constituye una fuerza nueva, cuya función es promover el progreso de la evolución. Observamos que el hombre posee ciertas capacidades que pueden simular el progreso en la Tierra. Su trabajo científico revela gradualmente los secretos de la Naturaleza y, además, hace uso de ellos creando así nuevas posibilidades. Su habilidad técnica ha aprovechado las fuerzas de la naturaleza para construir la maquinaria más complicada. El trabajo del hombre ha desarrollado productos agrícolas que eran desconocidos en la naturaleza primitiva. Obviamente, el hombre también tiene una tarea activa en la Tierra…
Hasta ahora, sin embargo, el hombre no ha visto que hay un campo a ser explorado en la humanidad misma. Ahora hemos llegado a una etapa en la que debemos cultivar la energía humana. Hasta ahora hemos dedicado nuestra atención principalmente a las invenciones de la humanidad y su funcionamiento. Ahora hemos vuelto a conectar estas cosas con el hombre, que las inventó. El hombre debe ocupar un lugar central en la vida. Esto podemos hacerlo a través del niño. Pero el niño no puede hacerlo solo, sóo puede obtener una forma superior de carácter con la ayuda de un adulto. El niño no tiene una forma fija de comportamiento y por lo tanto necesita un guía para que no se extravíe.
Podemos mejorar la raza humana ayudando al niño a construir su carácter ya adquirir su libertad moral. Uno de los medios para este fin es una educación cósmica, que le da al niño una orientación en la vida. Esta educación quiere preparar al niño que crece para la tarea que le espera en la vida adulta, para que se sienta a gusto en su propio entorno, en el que después habrá de vivir como ser independiente.”