“La música es el arte más directo, entra por el oído y va al corazón”
Magdalena Martínez, flautista española
El efecto positivo del aprendizaje de la música sobre el equilibrio psicofísico de los niños desde la primera infancia, ha sido probado a través de diversos estudios. Ya desde el embarazo se pueden tomar cursos de “escucha in útero” para desarrollar las habilidades musical en los niños. María Montessori hablaba del balbuceo de un bebé como una expresión musical. Roberto Goitre, en un artículo de 1977 de la revista La Cartellina, hizo una comparación entre el aprendizaje lingüístico y el aprendizaje del lenguaje musical y el método del profesor Edwin E. Gordon utiliza el balbuceo para enseñar canto a los niños que todavía no hablan.
María Montessori subraya la importancia de la música que logra abrir las puertas del corazón y a sostener el espíritu. A esto agrega: “hoy se busca la forma de poner a la mano del pueblo la música con conciertos en plazas públicas, acercándola a las masas sociales; sin embargo, es la educación la que debe realizar este proceso: sin la educación musical adecuada, tendremos un pueblo de sordos a quienes les es negada la posibilidad del regocijo musical” (La autoeducación en las escuelas elementales)
El desarrollo perceptual
La percepción auditiva es, seguramente, punto cardinal en la experiencia musical; no en vano es el oído uno de los primeros órganos que se desarrollan. A pesar de esto, en los estudios musicales profesionales, como por ejemplo el solfeo, la teoría y la armonía, se ha descuidado y devaluado con respecto a la experiencia musical vista desde el punto de lectura y escritura de la música.
Aristóteles en su obra Metafísica escribió: “La vista es, entre todos nuestros sentidos, el que nos hace adquirir el mayor número de conocimiento y descubrir una gran cantidad de diferencias”.
Según el sociólogo canadiense Marshall McLuhan, el inicio del predomino de la función visual coincidiría con el nacimiento del alfabeto fonético, “en el que a las letras semánticamente nulas de significado, corresponden a sonidos semánticamente nulos de significado. La transcripción fonética sacrifica mundos de significado y de percepción presentes en formas como los jeroglíficos o los ideogramas chinos. Solamente el alfabeto fonético crea una división neta de la experiencia, dando a quien lo utiliza, un ojo a cambio de un oído y lo libera de las raíces tribales de la palabra mágica y resonante… “
El desarrollo psicomotor y el desarrollo lúdico social
En los primeros seis o siete años de vida, el niño tiene una forma mental diferente a la que se desarrolla después de esa edad. Esta forma mental permite al niño absorber imágenes del ambiente, antes de poseer la facultad mental necesaria para aprenderlas: la atención voluntaria, la memoria, la facultad de razonamiento.
En esta fase el niño no es capaz de aprender a través de las palabras de un adulto, en modo teórico y abstracto, sino que su aprendizaje es prevalentemente concreto, activo y sensorial.
Para aprender música, el niño debe experimenta su creatividad, sus estados de ánimo, sus emociones, debe hacer música, sobre todo, con su propio cuerpo.
El cuerpo es el primer y más preciado instrumento que el niño pueda tener. Todas las experiencias de sus primeros años de vida están y son descubiertas y experimentadas a través de su dimensión corporal.
Precisamente a partir de los tres años, el niño adquiere la estabilidad y el equilibrio, que se desarrollan rápidamente, conquistando actividades como correr, saltar, coordinación ojo – mano; va modificando gradualmente el significado que el movimiento le da y la exigencia que está en estrecha relación al desarrollo y al uso de su acción motriz.
Con mucha frecuencia, la dificultad cognitiva, de atención, de percepción espacial y rítmica en los años sucesivos a la primera escuela, están relacionados a problemas en el desarrollo psicomotor.
Esta carencia obstaculiza no sólo el aprendizaje, sino que también la socialización, creando a veces situaciones de gran desaliento.
Gracias al juego, cada conquista será seguramente incentivada y facilitará la participación activa que traerá resultados internos en la psique del niño.
El juego espontáneo, el de la imitación, tanto el de simbologías como el de reglas, todos pueden ser utilizados para adquirir el lenguaje musical, que, a través de la repetición educativa, insiste en el juego mismo convirtiéndolo en uno de los tantos modos de expresarse, desarrollando en el niño la fantasía, la sociabilidad y la comunicación.
Gli aiuti Montessori
La musica e il metodo Montessori
Isenarda de Napoli