Cada año es ya una fecha esperada: La gran kermés que organizan los alumnos de la mesa directiva. Todos participan con gran alegría: saltan en costales, se casan una y otra vez en el registro civil, entran y salen de la casa de la adivina, meten la cabeza y aguantan la respiración hasta lograr atrapar la manzana que escapa de sus dientes, el tiro al blanco para los más grandes, el concurso de baile en la disco (difícil poder decir quién es el mejor entre tantos talentoso balaries). Entre tanto ir y venir, las porristas en su ensayo final alegraban con música.
Es un gozo participar y contagiarse de la energía de los niños, pero sobre todo es maravilloso poder constatar como la educación para la vida se hace presente en estos eventos: los niños organizan y respetan las reglas, saben comportarse sin dejar de divertirse y aprenden a administrar los recursos obtenidos con su trabajo. Los adultos observamos sin tener necesidad de comandar, como escribió María Montessori en su libro El niño: el secreto de la infancia, refiriéndose al orden:
“Se diría que el orden constituye un estímulo excitante, un reclamo activo y, en realidad, es más que esto, es una necesidad que representa un goce efectivo en la vida.
La naturaleza da al niño la sensibilidad del orden para construirse un sentido interior que no se halla destinado a conocer la diferencia entre las cosas, sino las relaciones entre ellas y por eso las liga al ambiente formando un conjunto donde todas las partes dependen entre sí. Este ambiente, conocido como en su conjunto, puede orientarse para alcanzar ciertos fines; sin estas adquisiciones faltarían las bases esenciales de la vida de relación. Es la posibilidad de orientarse, de dirigirse para trazar su camino en la existencia.”
Y como lo prometido es deuda, aquí están los videitos para que “voten” por el mejor bailarín. Visita la galería de fotos y ¡Deja tu comentario!