DE LA COLECCIÓN “PATERNINDAD DEL NUEVO MUNDO” ESCRITO POR GARY C. GOODWIN
La intimidación es un fracaso de la justicia. El niño se siente rechazado, lo que es injusto pues no tiene nada que ver con quién él es. Los intimidantes de los parques infantiles de ayer, se han convertido en los acosadores cibernéticos de la actualidad, una preocupación de proporciones trágicas en las escuelas e incluso universidades. Las estadísticas reales relacionadas con incidentes de acoso cibernético son difíciles de conseguir. Uno puede imaginar, sin embargo, que simplemente estamos viendo la punta del iceberg cuando los informes aparecen en los medios.
Un indicador importante de su presencia a nivel general ha sido señalado por investigaciones realizadas por grupos de educación; sin embargo, son pocos los estados que han respondido a la preocupación del acoso cibernético de una manera visible. Reconociendo su efecto en el frente comercial, Google ha ofrecido recursos para ayudar a prevenir el mal uso de sus redes por los agresores cibernéticos y ha publicado una serie de sugerencias para los padres que luchan para hacer frente a las amenazas a sus hijos, a través de videos de ayuda en línea. Por su parte, Facebook ha tomado medidas para frenar las páginas, que hayan sido utilizadas como vehículos para ataques de este género. Pero aún con la creciente atención a la intimidación cibernética, son numerosos los casos generados
Por mucho que nos impresione (pues es una situación insidiosa y preocupante), de alguna manera no estamos totalmente sorprendidos por ello. La complejidad del problema se deriva de fuentes totalmente reconocibles y previsibles. Los teléfonos celulares y otros dispositivos portátiles llegaron a nuestra sociedad para quedarse como herramientas de fácil acceso para las comunicaciones. Sin embargo, la madurez social y emocional necesaria para el uso exitoso de ellos, se ha quedado atrás, sobre todo para los usuarios más jóvenes. Los teléfonos celulares de hoy son computadoras móviles que incluyen mensajes de texto, redes sociales y otras herramientas que, colocados en manos de los niños sin una adecuada preparación, protección y monitoreo, se vuelven armas peligrosas; a pesar de que se ofrecen como herramientas para su seguridad, como de hecho debería ser. El dilema para los padres puede ser la forma de trazar la línea entre la seguridad y el uso indebido de los aparatos. Los padres de hoy se preocupan, y con razón, de que los niños están muy por delante de ellos en la curva de aprendizaje de hardware y software, que a su vez puede ser mal utilizada fácilmente.
A través de mensajes de texto y fotos, los niños se ven ingeniosamente comprometidos en situaciones indelebles y líneas de tiempo y del espacio cibernético. Si personalmente no lo han hecho, otros (amigos de la escuela y conocidos) son capaces de hacerlo, difundiendo mentiras maliciosas y de manera aún más sinuosa, asumiendo la identidad cibernética de una persona y haciendo mal uso de ella para crear el caos dentro de la escuela o de la comunidad social.
Es como si las llaves del auto le fueran entregadas a un niño. Todos nos sentimos comprometidos con el cuidado de los niños en cuanto a conducir un auto e refiere. Hablando de teléfonos celulares en las manos de los niños, los peligros de los que se hablan son emocionalmente tan violentos como físicamente peligrosos son los autos.
Muchos niños son capaces de manejar su libertad con responsabilidad al momento de usar estos. Sin embargo, recordemos que son fácilmente influenciables por un grupo. El intercambio de mensajes con información benigna entre amigos puede darse durante todo el día, durante todos los días, pero basta un solo encuentro con una persona cuyas intenciones no sean altruistas para que esto cambie. Un estudiante molesto por un insulto, o por una mentira venenosa puede conducir a un efecto dominó de chismorreo mezquino o incluso terminan en una conspiración de ataque cibernético por un grupo de otro estudiante. Los chicos se sienten protegidos por la distancia social que crea el teléfono celular que promueve el abanico de oportunidades para acercarse a un grupo numeroso.
¿Por qué es el acoso cibernético tan frecuente? Tengamos presente que estamos frente al resultado natural de la disponibilidad de la tecnología y sus herramientas como un hipervínculo para atormentar a los compañeros que han caído en manos de un intimidante, (sucedía en el patio trasero de los colegios en donde el más fuerte golpeaba a los débiles). En el mundo de los ataques cibernéticos el golpe es silencioso, no hay intercambio de palabras desagradables ni puñetazos en público. El autor está disfrazado por el anonimato del dispositivo de comunicación y tiene la posibilidad de eliminar los rastros del remitente del mensaje que circula entre varios usuarios. El agresor puede tener el máximo impacto con el compromiso mínimo. Los niños que no tienen una identidad completamente desarrollada ni el sentido de sí mismos, se involucran en comportamientos que los respaldan más lejos de ese objetivo.
Thomas Merton, en “Conjeturas de un espectador culpable” habló de la paradoja entre el poder y la vulnerabilidad. Mientras que “poder” se define como socialmente ventajoso y deseable, se tiene una noción equivocada de “vulnerabilidad” como la capacidad de la condonación tolerante, abierta y compasiva. Merton sintió que la fuerza genuina surge solamente de la vulnerabilidad. La pantalla flagrante y el uso egoísta del poder son un reconocimiento de la incapacidad de profundidad. Tal vez es esta misma paradoja que se lleva inconscientemente a las vidas de los niños con las herramientas del mundo cibernético. Los niños, por su propia naturaleza, son vulnerables.
El peso emocional de la mentira y el chisme es tan opresivo para la mayoría, como lo es el impulso de utilizar estas herramientas para la venganza. Incluso en una escuela Montessori, los niños no sólo son vulnerables a las presiones sociales negativas, sino también al deseo y curiosidad de experimentar sentimientos, propios de esas edades. La diferencia se encuentra en la forma en la que la Educación por la Paz es desarrollada, pues los niños están protegidos por la escuela por el factor intrínseco en el que se está desarrollando la madurez social y el conocimiento de otros sentimientos en los que los niños, durante años, han sido guiados a través de muchas situaciones que implican respeto y consideración por los sentimientos de los demás. Se trata de generar empatía.
¿Quién está a cargo cuando el acoso cibernético ocurre? Las capacidades de los mensajes de texto instantáneos y de las redes sociales a través de las computadoras y teléfonos celulares crean una pequeña lista de las herramientas utilizadas en la comisión de la intimidación cibernética y los comportamientos antisociales relacionados. Las escuelas se encuentran entre la espada y la pared pues dependen en gran medida de los padres que permiten el uso de esas herramientas y la cuestión de privacidad que tienen los estudiantes como usuarios de ellas. La escuela debe estar pendiente de este delicado punto entre las demandas de los padres que permiten el uso de los aditamentos y los derechos percibidos de los estudiantes que llevan estos dispositivos y que aún no son totalmente responsables sobre su uso.
Las escuelas públicas en particular, están menos capacitadas para aplicar efectivamente las normas sobre el uso de teléfonos celulares, mientras que las escuelas privadas son más capaces de manejar las reglas dentro de la institución para limitar la voluntad política de los estudiantes. Las escuelas que son financiadas y operadas públicamente, se han enfrentado a una oposición significativa por parte de los padres cuando han tratado de controlar el uso de teléfonos celulares durante el horario escolar. Las condiciones en algunas escuelas pueden ser tan peligrosas en algunas sociedades que los padres les dan el teléfono a los hijos para comprobar su bienestar.
La otra cara de esta moneda es la falta de control que los padres han tenido o han estado dispuestos a ejercer a través de la escuela sobre el uso apropiado de los hijos de los teléfonos durante el horario escolar. Los padres, sin duda, se sienten en el dilema de considerar sus alternativas. Mientras tanto, nuestros hijos son muy a menudo abandonados a su suerte y están indefensos frente a los insultos y mentiras del espacio cibernético. Los padres son llevados a estas dos realidades con dosis iguales de miedo e incredulidad, pensando: “¡mi hijo nunca haría eso!”
Si los padres no están dispuestos a prestar su apoyo a las escuelas en el control de los teléfonos celulares, el control de estos debe ser primordial y estricto en las escuelas; aún si los padres saltan ante una represión hecha al estudiante.
Para colmo, los padres de los niños que son responsables de los ataques cibernéticos pueden no estar dispuestos a admitir o intervenir para prevenir el comportamiento antisocial de sus hijos. El impacto de esta actitud defensiva es una de las consecuencias debilitadoras para todos los involucrados. La tutoría y la orientación son cruciales, los adultos deben estar dispuestos a intensificar y hablar honestamente, abiertamente y con respeto en estos momentos de crisis para los niños. Cualquier adulto que evita estos momentos será recordado en una luz comprometida por los niños presentes. Se trata de cuestiones de justicia social (o injusticia) y son de suma importancia para el desarrollo moral temprano. La mayoría de los niños, especialmente si han estado en el mal, aún pueden estar en busca de orientación sobre lo correcto e incorrecto.
La compasión por los compañeros es un sentimiento fuerte entre los niños que han tenido un largo plazo dentro de la escuela Montessori, es decir quienes han estado en Casa de los Niños y después en Taller o primaria. Se crea un agente de unión inmutable entre el grupo; sin embargo, puede existir la ocasión en que se enfrenten con sentido discriminador a un niño, Los niños están en la edad de la socialización y no saben discriminar sabiamente en absoluto. El uso del móvil en la escuela Montessori es generalmente desconocida. Pero hay niños (y siempre hay un puñado) que no son plenamente capaces de dar un paso emocional ante las situaciones que son hirientes hacia quienes son muy vulnerables, a los abusos de los demás, o participar en la causa de comportamientos socialmente disruptivos. Los líderes escolares, los maestros y el personal tienen que tomar una postura firme, incluso en los incidentes que tienen lugar en la escuela, ya sea pequeño y aparentemente insignificante. Al igual que con cualquier infracción de falta de respeto, ya sea hacia otra persona, material escolar, o de los animales, el adulto tiene la obligación de llamar a los niños infractores juntos e investigar el incidente. El punto importante de la cuestión es la obligación que tienen de respetar a otras personas, así como ellos quieren ser tratados ellos mismos. Joseph Chilton Pearce, escribió en el prólogo a Resa Stendel Brown de “Un llamado a la brillantez” “… el estado de la emoción y la conciencia, mientras que estamos aprendiendo, es más importante para la aplicación de los conocimientos, que los que forman el componente académico de lo que se enseña”.
Mientras evoluciona en el niño el conocimiento de su entorno, la disonancia intelectual o emocional que viene de él puede afectar negativamente a su capacidad para aprender. Estamos familiarizados con este fenómeno, de la dificultad que tiene el niño para conectar completamente, esto ocurre sin duda en el primer plano de desarrollo, así como en los planos posteriores. Lo contrario también es cierto-que el niño que está emocionalmente en paz es reservado y alegre. Su libertad para relacionarse con el entorno, con sus desafíos, en particular, y con el descubrimiento del aprendizaje es fácilmente observable por el uso de los materiales y sus interacciones con los otros niños.
Los adultos pueden perderse este momento oportuno, o bien traspasar o subestimar la necesidad de guiar a los niños desde el punto donde pueden causar tanto daño a sí mismos ya otros. Un punto que puede llevar al vacío social y emocional causado por la falta de dirección y orientación. Un punto también grave pues se observa el cuadro más grande de la justicia social buscada por la naturaleza y la búsqueda vulnerable del niño por lo que es verdadero y honesto, libre de desunión. Sabemos cómo sucintamente, pero la mano invisible con un sentido de misterio. La educación Montessori llega y mueve el alma del niño, le pide al niño a ser auto-consciente y consciente de los demás, se establece una guía humana unificadora entre una aparente dualidad: la libertad y la responsabilidad. Pero también sabemos que la vida de cada niño tiene elementos fuera del entorno del hogar o la escuela. Estos entran a veces en competencia con la misma alma, causando la disonancia cuando entran en conflicto con el objetivo más básico del niño de los niños: la construcción del ser humano.
Los padres y los maestros deben hacer lo que puedan, ¿qué ofrece nuestra propia conciencia a la vida de un niño, para ayudar en el proceso de construcción del niño, para ayudar en el proceso de construcción de la capacidad del niño y la responsabilidad? En última instancia, se trata de una respuesta significativa cuando el niño aprende “para hacerlo por sí mismo.” Los ambientes familiares y escolares están diseñados para ofrecer los componentes de un trabajo significativo de creación de oportunidades para que el niño actúe de manera independiente y responsable, y lo hacen por la orientación y el seguimiento del niño.
El respeto del niño de sí mismo y por sí mismo es un punto de partida esencial de nuestro proceso y se recompensa al final, cuando estamos en el temor de la formación del carácter del propio niño. Se cumple en el desarrollo de la compasión del niño, en el despertar de su conciencia hacia los demás y en la comprensión del sentido de justicia social. Cuando nace la madurez social, la intimidación de cualquier tipo es, de acuerdo con la lógica de “hacer a los demás lo que desees que te hagan a ti” algo que no tiene cabida.
Traducción: Tita Llerandi.