¿En qué momento dejé de vibrar por el placer que me produce el toque del grifo de mi bañera? ¡Las gotas de la ducha que caen sobre mi cabeza! Bendiciones una tras otra sin ser apreciadas… Todos los placeres cotidianos que he dejado de agradecer, por prisas, por distracción… Tantos sucesos que por ser costumbres he dejado de ansiar.
Nos olvidamos de bendecir lo cotidiano. De agradecer los pequeños detalles, las cosas que recibimos porque es la responsabilidad de alguien dárnoslas. Nos acostumbramos a tener y dejamos de amar lo que es un regalo: vivir.
¿Por qué no bendecir y agradecer el primer respiro al abrir los ojos al despertar? El beso al amanecer, el pan en mi desayuno, el agua que me acaricia, el saludo del salto de mi perro, la sonrisa de mi hijo, el verde del limonero al abrir la puerta de mi casa, el azul del cielo que me cobija, la gente que pasa con prisas… el amor que me llega desde todas partes… ¡La Vida que vive en mí! El sueño que me acompaña bañada de luz de Luna y brillo de estrellas, hacia un nuevo amanecer… las nubes rayadas que me acompañaron a casa antier… las sonrisa, las lágrimas las palabras los silencios.
Agradecer. Simplemente Agradecer.
Porque es una acción necesaria y profunda para completar ciclos: no antes de que termine la acción porque quien da no ha saciado su necesidad de darse, ni quien recibe ha completado la recepción del don en su totalidad. Qué importante y necesario agradecer lo que se tiene sabiendo que pudiera no existir, agradecer lo que se ha tenido porque nos ha hecho lo que ahora somos. Agradecer lo que se tendrá pues se enriquece la fe y se construye el camino para crear las condiciones de recibir en abundancia lo que necesitemos en el momento preciso.
Agradecer es la extensión del amor, es el retorno de la gracia, es el germinar de la semilla sembrada, agradecer es despertar del que recibe y energía que impulsa a seguir dando para quien ha donado.
En la intro del clip verán un dibujo de Aitana Peñaloza (5 años) … su visión de “Pilgrims i indians”.