“La prisa es negativa, no explicar las cosas con calma puede dar lugar a equívocos. Hay que crear el clima para que los críos hagan preguntas y dar tiempo para que todo quede redondeado y que no queden flecos. Cualquier tema contado con calma y con entusiasmo capta el interés de los niños. Pero para eso hay que vivirlo, creértelo. Todo se queda dentro si no tienes tiempo para sacarlo”
Ana Etchenique
En el mundo en el que nos ha tocado vivir –que no es el mundo que vivieron nuestros padres, criar a un hijo es tarea que se presenta llena de novedades y un sin fin de puntos de interrogación que muchas veces encuentran como respuesta puntos suspensivos.
Criar a un hijo es, sin duda alguna la aventura más compleja en la que una pareja se puede meter… Y va en pareja, aun cuando la pareja esté dispareja y viva separada y en compañía de alguien más: los padres, siempre serán los padres, aun cuando no estén presentes.
Si bien es cierto que los niños son el regalo más maravilloso que podemos tener en nuestras vidas, criarlos representa uno de los retos más difíciles de lograr. La crianza es, debemos reconocerlo, la tarea más importante que realizamos los adultos para preservar nuestro paso por este mundo.
Y, ¿qué nos impulsa a entrar en esta carrera tan llena de situaciones complejas que a veces no nos da respiro? El amor.
El amor es el único motor que nos impulsa a permanecer “al pie del cañón”, listos para empezar otra vez, ansiosos de encontrar una vez más la sonrisa de quien nos hace desesperar más de una vez. Es el amor el que impulsó a nuestros padres y a nuestros abuelos y a sus padres y sus abuelos, y ha sido siempre el amor, ahí ha estado, en medio de cada familia que se dedica a criar un hijo.
Sin embargo, y a pesar de que el amor siempre está presente, el vertiginoso ir y venir de nuestros días nos impide, en muchas ocasiones, detenernos a contemplar nuestro hacer, observando los detalles que rodean nuestra convivencia con las criaturas que nos rodean.
Vivimos en una sociedad en la que la competencia es la base del desarrollo humano. O nos adaptamos a su ritmo o perdemos. Pero… ¿y los niños? ¿Qué pasa cuando una criatura vive en un entorno cuyo ritmo no puede seguir? ¿Qué pasa cuando su espíritu se ve impulsado a perder sus sueños?
Como parte de la más delicada maquinaria creada por la naturaleza, los tiempos de cada niño están dirigidos por una fuerza que no podemos controlar. El niño, en su infinita perfección, tiene una fuerza que lo impulsa a “auto-construirse”. María Montessori identificó esa fuerza y observó su potencialidad en cada edad de cientos de niños alrededor del mundo y –curiosidad que a ella la asombró cuando concluyó su observación, todos los niños en todas las culturas de todas partes, siguen ritmos precisos, establecidos por algún motor secreto que los hace surgir y crear al hombre.
Entonces, ¿por qué insistir en que los niños sigan el ritmo de los adultos, sobre todo cuando los adultos de esta generación se empeñan en vivir vertiginosamente?
En un reporte de neurociencias leí “…Cabe decir que a día de hoy no existen estudios concluyentes que respalden la idea de que acelerar ciertas competencias, como es el caso de la lectura, en niños de 3 años o menos sea tan positivos, ni que repercuta a largo plazo en su desempeño académico. Lo que con seguridad se conseguirá es que, en muchos casos, los pequeños empiecen a conocer dimensiones como la frustración, el estrés y ante todo, tener que ajustarse a las expectativas del adulto”.
Los niños están hechos de sueños y hay que tratarlos con cuidado.” También esa frase se me apareció por ahí. Están hechos de sueños que son incomprensibles para nosotros los adultos, pero son sueños que están forjando su personalidad, son la base de su infancia. Atención, que cuidar sus sueños no significa llenar su mente de fantasías de princesas, monstruos, súper héroes que vuelan y seres malvados que se quieren apoderar de los mundos. No. No. Sus sueños reflejan la inocencia que observa con ojos sabios la naturaleza que crea su entorno.
Todo a su tiempo, todo en su momento. Eso no quiere decir que dejemos de presentarles oportunidades de contacto con la lectura cuando los niños son aún pequeños, o que no les permitamos entrar en contacto con los números y sus misterios cuando son muy pequeños o que dejemos de fomentar actividades de rutinas con tiempos definidos para crear armonía y orden en casa. Desarrollar el sentido común es primordial cuando se trata de criar a un niño.
Últimamente se habla de “crianza respetuosa” o “slow parenting”. Cambiar nuestro “autoritarismo que presiona y exige” a una personalidad que manifieste liderazgo que facilita aprendizaje de manera amigable y amorosa. Presentar posibilidades que llamen la curiosa atención del niño y descubra por sí solo, a su tiempo y según sus necesidades, el conocimiento que esté escondido en cada actividad; hasta las actividades cotidianas más simples puede tener gran enseñanza.
La crianza a fuego lento es el fiel reflejo de esa corriente social y filosófica que nos invita a ir más despacio, a ser más conscientes de los espacios que nos envuelven.
Es importante poner atención en algunos puntos que ayudarán a disminuir nuestras expectativas en la crianza de nuestros niños, tengamos presente que, por ejemplo:
La necesidad básica de un niño es descubrir el mundo…
No somos los amigos de nuestros hijos, somos sus madres y sus padres. Nuestro deber es amarlos, guiarlos, ser su ejemplo y facilitar su madurez sin presiones…
La creatividad es el arma de los niños, siempre será mucho mejor una crayola y un pedazo de cartón reciclado que una Tablet, un teléfono celular o un control de videojuegos…
El entorno natural será siempre el mejor, permitirse compartir tiempo con tus hijos en espacios tranquilos…
La crianza respetuosa, a fuego lento, los hará entrar en contacto con su esencia más pura y nosotros como adultos regresaremos a nuestro centro, por lo tanto: evitemos los gritos…
El uso de las recompensas no siempre es adecuado: corremos el riesgo de que nuestros hijos se acostumbren a esperar siempre gratificaciones sin comprender el beneficio intrínseco…
Decir que no y ponerles límites no les va a generar ningún trauma, es necesario…
La crianza respetuosa hace uso intenso de la comunicación, de la escucha y la paciencia. Un niño que se siente atendido y valorado es alguien que se siente libre para conservar esos sueños de infancia y darles forma en la madurez. Tiempo, ese es el nombre del mejor regalo para los niños. No lo venden en jugueterías ni tampoco por internet. Solo se encuentra en nosotros, en nuestra disposición y en ser conscientes de que un cuento no debe leerse en 2 minutos.
Tengamos muy presente que: dedicarles tiempo a los niños no significa dejarles el celular, dejar a su disposición la tableta o prender la televisión en su canal favorito. Eso no es educación, ni cariño, ni afecto.
La infancia es una de las etapas más importantes de la vida en la que se entreteje la tela de nuestra evolución. Así, los niños están inmersos en miles de cambios que a veces los adultos ni siquiera percibimos y que, por lo tanto, nos perdemos si no estamos atentos.
Recordemos que “el niño es el constructor del hombre”. Ese es el secreto de la infancia que descubrió la Dra. Montessori.