En su libro El método de la pedagogía científica María Montessori nos dice: “El niño, que es el más grande observador espontáneo de la naturaleza, necesita indispensablemente tener a su disposición material para ejercitarse. … … Los cuidados solícitos para con los seres vivientes, son la satisfacción de los instintos más vivaces del alma infantil. Se podría, pues, organizar fácilmente un servicio activo de cuidado de las plantas y, especialmente, de los animales”.
Hace un mes, la coneja estaba nerviosa, los niños la notaban, llamaban a las guías o a Luis para preguntar qué le pasaba, para asegurarse de que estaba bien. Todos nos impresionamos y preocupamos cuando la vimos arrancarse el pelo con los dientes, frotarse con fuerza contra las rejas de la jaula para pelarse, ¡llegamos a pensar que tenía sarna!
Con la naturalidad de la gente que tiene contacto con los animales y conoce sus instintos, Luis nos dijo “está preparando el nido”
Y sí, de repente la coneja desapareció en la parte cerrada de la jaula y rastros de sangre se veían en el pelo que se amontonaba en una de las puertitas para evitar que entraran los ojos curiosos. A la mañana siguiente descubrimos que ¡los conejitos habían nacido!
Los niños pasaban con gran cuidado y tratando de no hacer ruido para no molestar a los bebés; sus ojitos curiosos buscaban entre el espacio que Luis con mucho cuidado abría para poder ver a los cachorritos, sin pelo, arrastrándose con sus ojitos cerrados. La coneja nos miraba desde adentro…
Dos semanas después, los conejitos empezaron a salir a tomar el sol, la coneja pareciera presentarlos con orgullo. Hoy, Gaby Garza sacó a uno de los conejitos y lo llevó a pasear al ambiente Amarillo, donde encontró a los más pequeños que, como él, tienen gran curiosidad por la vida. Por supuesto, los más grandes no pudieron quedarse sin acariciar y gozar de la delicadeza de tan hermoso bebé.
Qué mejor para ilustrar esas palabras que las siguientes fotografías, abre la galería con clic aquí