Se nos acabó otro ciclo escolar. En cada Cereonia de Dones (despedida de los pequeños de Casa de los Niños) y Ceremonia de Velas (despedida de los niños de Taller II) queda siempre una nostalgia con sabor a esperanza que nos llena los ojos de lágrimas, a las Guías, a los padres, a los niños. La felicidad de haber logrado llegar a la tan deseada meta después de mucho esfuerzo -quien más, quien menos, abre una puerta que deja ver un sendero por el que sí… deseamos seguir, pero existen siempre las expectativas que causan dudas y en algunos casos miedos.
Hay quienes, convencidos de estar en la senda adecuada, siguen caminando “guiados” por Montessori, en otros casos, es necesario cambiar de via y dejarse conducir por diferentes ideologías.
Cualquiera que sea la nueva ruta que los guíe, queridos niños, seguros estamos de que alcanzarán las metas que desean y lograr conseguir una buena vida.
Compartimos con ustedes unos párrafos de “De la infancia a la adolescencia”. Si están interesados en el texto completo, pueden encontrarlo en “Documentos” en la parte derecha de esta página
Gracias por leernos. En este link, la galería con imágenes de las Ceremonias de Dones y Velas de este ciclo 2013-2014.
De la Infancia a la Adolescencia
A. El niño frente a la Tierra
Consideraciones generales.
La imperiosa necesidad que se siente en nuestros días en la enseñanza secundaria no pone sólo un problema pedagógico sino que también un problema humano y social que se pueden sintetizar así: las escuelas como se presentan hoy no son adecuadas ni a las necesidades del adolescente ni a la época en que vivimos.
La sociedad -en la que las complicaciones y las contradicciones están llegando al paroxismo- se encuentra a punto de afrontar una crisis que amenaza la paz del mundo y la civilización misma. Los progresos realizados por la ciencia y sus aplicaciones prácticas, aún estando en estrecha relación con esta crisis, no son su causa. Esta se debe sobre todo a la desproporción que existe entre el desarrollo del hombre y el del mundo externo, del cual no ha sabido seguir el ritmo acelerado.
Mientras que el progreso material, extremadamente rápido, ha transformado la vida social por completo, las escuelas se encuentran inmovilizadas en un estado que no responde ni siquiera a las necesidades del pasado por lo que presenta un neto contraste con el progreso humano.
Si una reforma de la escuela secundaria no puede resolver por sí misma todos los problemas de nuestra época, de cualquier modo constituyen una etapa necesaria y debe contribuir en el plano práctico a la reconstrucción de la sociedad, aunque sea en modo incompleto.
El problema de la educación presenta hoy una importancia de orden general, es necesario que su solución favorezca y proteja el desarrollo del hombre. Ayudando al individuo a superarse, la educación ayuda a la sociedad misma a mejorar.
La educación de los adolescentes asume una importancia fundamental porque la adolescencia es la edad en la que el jovencito se convierte en hombre, o sea, en miembro de la sociedad.
Si la pubertad desde el punto de vista físico es un período de transformación entre el estado infantil y el del adulto, desde punto de vista psicológico constituye un período de transición entre la mentalidad del jovencito que vive en familia y la del hombre que debe vivir en la sociedad.
El joven ha cumplido desde su nacimiento hasta los 12 años un ciclo completo. De los siete a los doce años ha podido (gracias a su libertad y a nuestra forma de comportarnos ante él) alcanzar un grado de cultura que lo anticipa tres años en comparación con chicos de otras escuelas; nuestra educación le ha ofrecido, además de cultura, la facultad de facilitar sus relaciones sociales con otros individuos.
A esta edad, el chico concluye un período de su vida, y la naturaleza lo muestra claramente. Es este el momento de dirigir los estudios hacia la humanidad, la vida humana, en particular a los hombres que han ayudado al progreso de la civilización. La naturaleza debería constituir el interés preponderante del joven hasta los doce años; después de esa edad es necesario desarrollar en él el sentimiento de la sociedad que debe contribuir a llevar más comprensión entre los hombres y por consiguiente más amor. Con este motivo, cultivamos la admiración y la comprensión por el trabajo y la vida del hombre. Seguimos insistiendo en actividades manuales (con la tierra, los gases, etc.) Hacemos que el muchacho participe en la obra social; démosle la ayuda intelectual, mediante los estudios a comprender el trabajo del hombre en la sociedad para desarrollar en él la comprensión humana y la solidaridad que tanto nos faltan en nuestros días.
Cuando una nueva moral inspire a las generaciones futuras, la base de la fraternidad y de la paz, será construida con el sentimiento de amor no sólo a la patria sino a la humanidad entera.
Estas dos nuevas necesidades en el adolescente -sentirse protegido durante el período delicado de transición física y ser puesto en grado de comprender el rol de hombre que deberá seguir en la sociedad- hacen que surjan dos problemas igualmente importantes, que tocan a la educación de esta edad.
Tenemos que darnos cuenta de que la característica social de nuestra época destinada a suscitar las repercusiones más fuertes es la inseguridad del porvenir.
El mundo material en completa evolución, presenta la incertidumbre y los peligros debidos a un nuevo orden. Hemos perdido la “seguridad” que teníamos en un tiempo. Ya pasaron los días en que la profesión se transmitía tranquilamente de padre a hijo. La certeza de un buen empleo, que recompensaba a los buenos estudiantes se ha perdido. La familia no puede garantizarla como en aquellos días. Ni siquiera el Estado está en condiciones de asegurar un empleo a los ciudadanos destinados a las profesiones superiores cuando salen de las escuelas especializadas. Por lo tanto es necesario hacerle frente a las nuevas dificultades de inseguridad que las condiciones modernas han provocado.
El mundo se encuentra por una parte, en estado de disgregación, y por otra parte en estado de reconstrucción. La alternancia del progreso y de la regresión crea la inestabilidad. El mundo se puede comparar a un terreno que pasa por la prueba del arado.
En estas condiciones sociales, debemos tener presente que la única guía segura para la educación es la personalidad misma de los chicos que debemos educar.
Por lo tanto hay que preparar esa personalidad humana en todas las circunstancias imprevistas, no sólo basándose en las condiciones que se podrían prever lógicamente sino que es necesario desarrollarla evitando cualquier especialización rígida para crear una capacidad de adaptación dúctil y viva. En esta batalla feroz en la que desgraciadamente se ha convertido la vida social, el hombre necesita además de valor, un carácter fuerte y un espíritu vivaz. Es necesario que consolide sus principios con una impostación moral justa y al mismo tiempo que adquiera la capacidad práctica necesaria para afrontar las dificultades de la vida.
La capacidad de adaptación es esencial en nuestros días ya que el progreso abre continuamente nuevas carreras pero también suprime o revoluciona continuamente algunas actividades tradicionales.
No se trata de excluir de la escuela secundaria la preparación de profesiones intelectuales ni mucho menos de disminuir la cultura. La educación debe, por el contrario, ser vasta y completa no solamente para aquellos que se dedican a un trabajo intelectual, sino para todos los hombres que viven en una época caracterizada por el progreso de la ciencia y de sus aplicaciones.