Cuando empezamos a buscar una escuela adecuada para nuestros hijos, nos costó mucho trabajo la decisión, a tal grado que yo le decía a Víctor -mi marido- esto de decidir qué tipo de educación es la más adecuada está más difícil que la decisión de casarte ¡y ya es mucho decir!
Afortunadamente en nuestro recorrido dimos con el Colegio Montessori de Cancún. Era nuestro primer acercamiento a la Educación Montessori, no teníamos ni conocimiento ni referencias.
Al encontrarme con Gaby (directora del Colegio, a la cual ya conocía, pero no conocía su trabajo), fue una sorpresa tan grata cuando nos fue explicando, mostrando y haciéndonos partícipes de este mundo tan maravilloso, digo mundo porque la sensación que nos dejó, tanto a Víctor como a mí fue realmente de gozo. Esa paz y alegría con la que los niños estaban trabajando con su material nos maravillo.
Anteriormente habíamos visitado varias escuelas y el ver ese escritorio y pizarrón al frente y la maestra realmente desgañitándose para tratar de lograr el mínimo de atención de su numeroso grupo nos remontó a ambos a nuestra educación tradicional, anacrónica y a veces tan sin sentido.
Así que cuando empezamos a adentrarnos en el mundo Montessori y conociendo sus increíbles materiales, no tuvimos la menor duda de que era lo que estábamos buscando.
Al paso de los años nos fuimos convenciendo de que había sido la mejor decisión para nuestros hijos; siempre fueron contentos y entusiastas a la escuela, siempre obtuvimos el apoyo y orientación de las Guías en el proceso y crecimiento de nuestros hijos, pero lo mejor de todo y con lo que yo me quedo de experiencia al paso de los años (ya Sofía cursa el primer año de Preparatoria y Víctor el segundo año de Secundaria), y es que los que realmente recibimos la Educación Montessori fuimos nosotros como papás; qué manera de involucrarte, que manera de hacerte participar, de vivenciar el desarrollo de tu hijo, de no evadirte.
Fue un proceso de crecimiento maravilloso para nosotros como personas, como pareja y como padres.
Gracias
Edna I. Ruvalcaba N.