Nuestra sociedad requiere de jóvenes y adultos que tengan iniciativa, que sepan tomar decisiones y realicen acción precisa y puntual. Para lograrlo, debemos trabajar desde los inicios de la vida.
Mucho antes de que la investigación moderna descubriera que el movimiento activo (en contraposición al movimiento pasivo de ser empujado en un cochecito o de ser colocado en una carreola) tiene un impacto positivo significativo en los procesos básicos de desarrollo que el niño experimenta, María Montessori había comprendido la importancia de esa misma relación.
De sus observaciones sobre los niños durante el primer cuarto del siglo pasado, afirmó que “… el desarrollo mental debe estar relacionado con el movimiento y ser dependiente de él”. Y afirmó además que “el niño necesita la actividad concentrada en alguna tarea que requiere el movimiento de las manos guiadas por el intelecto”. En otras palabras movimiento no por el movimiento, sino por el movimiento intencional. Después del estudio clásico de 1963 por Held y Hein, muchas más piezas de investigación comenzaron a explorar el impacto del aferramiento y también rastreo en el desarrollo del cerebro de los bebés. Estos estudios encontraron que cuanto más activo estaba el niño explorando el ambiente con sus manos, más avanzados estaban en su capacidad de percibir los límites del objeto.
“El movimiento es la última etapa del ciclo del pensamiento,
y la exaltación del espíritu se logra a traves de la acción o el trabajo”
Educar para un Mundo Nuevo, M.Montessori.
Diversas investigaciones han resaltado el hecho de que respondemos a aquello con lo que podemos interactuar, y una vez que los bebés buscan objetos, podemos ver que son capaces de interactuar con su entorno; cuanto antes comienzan a alcanzar, más temprano sus habilidades cognitivas maduran. Esta interacción, se sugirió además, también aumentó su interés y conocimiento del mundo físico que los rodea. Además, investigaciones recientes sugieren la importancia del movimiento orientado hacia objetivos. La afirmación hecha por Angeline Stoll Lillard después de haber puesto al descubierto la evidencia en su libro es que “el movimiento intencional parece estar asociado con el cambio neurológico; el mero movimiento no lo hace. “Nuestra tarea: Ayudar al niño a ayudarse a sí mismo”.
La tarea del adulto es preparar actividades para el niño que le permitan dominar la dirección de sus movimientos: Cuando recién nace, cuelgue un hermoso móvil que se mueva suavemente con cualquier corriente pasajera, para que sus ojos puedan rastrear los contornos de las formas y colores abstractos. Cuando sea un poco más grande, proporcione móviles bajos (una campana unida a una cinta, por ejemplo) a su alcance, del tamaño adecuado para sus pequeñas manos, para captar y sentir el increíble poder de “Lo puedo hacer por mí mismo”. Cuando está desarrollando el movimiento prensil de “pinza” en torno a los 9 meses, déle artículos lo suficientemente pequeños para que los sostenga y manipule, ya que este tipo de ayuda le ayudará a usar y perfeccionar esta nueva adquisición de destreza. Cuando tenga 18 meses de edad, déle tareas prácticas fáciles de preparar en el hogar, por ejemplo: lavar los tomates, recoger las hojas de los rábanos, cortar los plátanos con un cuchillo de mantequilla, poner la mesa, regar las plantas, cargar la lavadora ¡coser un botón!. Asegúrese de que el desafío sea proporcional a su capacidad; cuanto más experiencia reciba, más actividades con mayor complejidad podrá realizar.
“El movimiento es, por lo tanto, el factor
que liga el espíritu al mundo;
pero el órgano espiritual ejecuta
la acción en un doble sentido,
como concepción interior y como ejecución exterior.”
El niño: el secreto de la infancia. M. Montessori
La alegría en el niño es evidente cuando lo vemos realizar lo que para el adulto parecen ‘simples tareas de casa’. Estas actividades prácticas y significativas lo ayudan a sentirse como un miembro responsable y contribuyente de la familia; poco sabe él que cada oportunidad que se le da, le permite a su vida intelectual florecer en la forma del proceso “Yo pienso y luego hago”. Es importante también que respetemos su trabajo como propio, observando y colaborando en lo que hace en lugar de hacerlo por él. También debemos estar preparados para verlo repetir la actividad una y otra vez durante el tiempo que elija.
Tus hijos, ¿tienen responsabilidades en casa? Te invitamos a darles la oportunidad de vivir estas experiencia que te harán observar cambios de mucho beneficio en las rutinas de casa.