Empezamos un año con sueños, planes, deseos y mucha buena energía para cumplir nuevas metas, partiendo de lo más querido que tenemos: nuestros niños.
Platicar con los hijos es uno de los tesoros más preciados que los padres podemos tener. Es en los primeros años cuando se forman los hábitos, también el hábito de conversar debe estar dentro de esos puntos en los que debemos estar atentos y, darle a nuestros hijos un momento para que puedan platicar de las cosas que les han sucedido debe ser algo muy bien pensado, pues es importante que tengamos toda la disposición de escucharles, sin interrumpir y dejando que sus sentimientos fluyan con libertad.
Hay tres preguntas que nos pueden dar una pauta para abrir esta conversación con sentido:
¿Qué te hizo sonreír hoy? ¿Qué te hizo llorar hoy? ¿Qué has aprendido hoy?
Con estas tres preguntas, nuestro pequeño hijo abre su corazón y comienza a sonreír y reír de nuevo mientras recuerda lo que le gustó hacer, o platicar de algo que le hizo sentir triste o cuando comparte algo que le hace sentirse orgulloso. Aunque se trata de una conversación muy simple, tiene varios propósitos:
Se trata de ayudar a nuestros hijos a aprender a comunicarse, pues están empezando a participar en este debate, debemos ayudar a nuestros hijos a, más tarde en su vida, cuando encuentren algo difícil y necesiten un hombro donde apoyarse o simplemente quieran compartir un éxito. Eso no va a venir de la nada. Enseñar a nuestros hijos cuando son muy jóvenes, que compartir en familia es algo bueno y normal construye un sentido de seguridad y confianza que les ayudará a mantener las vías de comunicación abiertas más adelante.
A veces nos contarán cosas que no habríamos esperado, o nos dirán cómo se han sentido y nos sorprenderán, son momentos que nos ayudan a conocerlos mejor, disfrutar y compartir, incluso en momentos en los que no estuvimos presentes. También nos sirve como pareja (padre-madre) para formar estrategias de cómo educar a nuestros niños con una mejor comunicación.
Es una forma más de ayudar a nuestros hijos en su vida de alumnos, aunque sea brevemente, y conocer sobre algo que haya aprendió ese día. Esto también nos da la oportunidad como padres de enseñarles que, incluso las experiencias negativas, aquellas que les han hecho llorar, pueden tener un final positivo, pues los errores son normales y las lecciones que aprendemos de ellos son valiosas.
Se trata también de encontrar momentos de reflexión y de oración espontánea, pues, después de haber compartido las cosas que ha recibido durante el día, todas las buenas y también todas las que no lo parecen, podemos tomar el tiempo de agradecer, pedir perdón y ofrecer propósitos de vida.
Momentos como estos, pueden ser una hermosa pauta para que un día, nuestros hijos se acerquen a nosotros y nos pregunten:
Mamá, ¿qué te hizo sonreír hoy?
Empecemos un año de comunicación amorosa en nuestras familias, que son el núcleo de nuestra comunidad.